19 de enero de 2023

A dónde irán los besos...


La otra tarde, una de esas que fue fiesta y sin nada que hacer ni ganas de nada, decidí que me apetecía planchar. Sonará raro en una “ama de casa” no?. No suelo hacerlo, primero porque con la secadora queda la ropa prácticamente para doblar y guardar y las prendas que necesitan plancha ahora son pocas desde que Robert se jubiló. Antes camisa limpia diaria, y se ha notado. Y la poca ropa que queda para la plancha, la repasa la señora que viene una vez por semana a hacer un poco de limpieza general. Pero esta vez, entre las fiestas, celebraciones y el cambio de armarios, se me había acumulado y me la iba mirando y pensaba, bufff, ¡¡que palo!! Y siempre iba buscando otros entretenimientos. Pero como decía, de repente me apeteció, más que por planchar, por pensar…, pongo mi música preferida y voy bailando, pensando, planchando, y no me entero del tiempo…. Y recuerdo, o sueño y disfruto haciéndolo. 

Puse uno de mis discos preferidos: Mucho más que dos, de Víctor Manuel y Ana Belén. Y cada canción me traía el recuerdo de alguna etapa o episodio de mi vida… bueno todas no, la de los mineros, pues no, pero las demás, mmmhhh,” nada sabe tan dulce como tu boca, tan solo alguna cosa que no se nombra” … sugerente. “Desde mi libertad”, me trajo una de mis vivencias más duras, mi separación… y todas las dudas que tienes antes de dar ese gran salto, y también todas las certezas, todas las esperanzas, la seguridad de que quería luchar por ser yo y la inseguridad del que sería de mi… “Lía” ni te cuento, “lía con tus brazos, un nudo de dos lazos que me ate a tu pecho, amor” …. y así llegó una muy especial, una que, aunque muchas veces escuchada no había reparado apenas, no era de mis preferidas, quizá por no ser de las más populares de ellos. El caso es que no es suya, es de Pablo Milanés y la canta con Víctor San José.  Se trata de “El breve espacio en que no estás”. Una canción preciosa que alguien me dedicó hace ya algunos años… y me hizo estremecer… a leerla entonces y al oírla después. Y aún ahora me emociona.

Otra de esas canciones, no sé porqué motivo me llevó al recuerdo de una etapa muy especial en mi vida...- “A dónde irán los besos, que guardamos, que no damos…”- hace ya muchos años, como veinte. Creo que fue la primera vez que me hicieron sentir mujer, mujer deseada por alguien más que no fuese mi marido entonces, quiero decir… y que después de diez años juntos, ya había olvidado aquella sensación que empezó en mi adolescencia y que por lo tanto no era la misma; nada tiene que ver la feminidad ni el amor, ni el deseo en la adolescencia con el de una mujer de casi treinta años. 

Fue al entrar a trabajar en la universidad. Nunca había trabajado con tanta gente y yo la única administrativa, los demás todos investigadores y profesores de varias facultades de ciencias. El primero que conocí fue al que sería mi jefe durante dos años y luego…; y ahora …. marido. ¡Que cosas tiene la vida! Pero otros más me tiraron los tejos, y yo con mis 28 años y mi tipito… Aunque nunca me había demostrado nadie hasta entonces, parece que rompía… o, más bien creo, que era la única que no llevaba bata blanca allí y se llevaban los pantalones muy ajustados. Ahora, lo veo quizá frívolo y sexista, pero como dije antes, por primera vez en mi vida, me sentí mujer. Y me regodeé en aquello, en la coquetería, en regalarme el oído y la ilusión de que gustaba. Nunca había tenido esa sensación. ¿Ahora comprendo que fue un problema de inmadurez e inexperiencia, que me podían haber llevado a cometer muchos errores… ¿o no?

Nunca estuve con ninguno (todo eso que me perdí, boba de mí, que solo se vive una vez…); solo eran miradas, palabras, bromas de aquellos universitarios, muy intelectuales ellos, pero déjalos correr, no eran piropos de albañil y te hacían sentir “importante”. Más adelante vi que eran o podían ser como todos los demás, y que pueden llegar a ser tan machistas y bastos como cualquier esos obreros (con todo mi respeto hacia estos); y más cotillas, tanto, que pueden rozar la crueldad. Al fin y al cabo, yo era de una clase inferior… porque el mundo universitario, es elitista como el que más, y los PAS (Personal de Administración y Servicios) somos la purria. Solo nos utilizan porque no tienen idea de burocracia y se ahogan en un vaso de agua. Genios de la medicina, biología, geología, químicas, pero sin saber rellenar un impreso apenas. La mayoría, que no me gusta generalizar. Ahora con la informática todo es más fácil. 

El caso y a lo que iba, es que uno de ellos fue un biólogo joven, de mi edad, doctorando entonces, becado, o sea otro “nadie”, como el PAS. Era guapo, rubio, atento, y sí, me tiró los tejos… y me hacía gracia….  si no fuera porqué yo ya me bebía los vientos por Robert. 

La vida da muchas vueltas y eso de que tenemos que vivir el presente me quedó bien claro y más que nunca un día, al salir del trabajo, cuando me enteré que el becario rubio y guapo que me pagó más de un café… -luego ya un catedrático al que se le había subido el cargo a la cabeza, y cuando me lo encontraba ni me miraba- lo acababan de enterrar. Me impresionó mucho la noticia y a Robert también. Había sido alumno suyo de doctorado.

Mientras planchaba y oía esa canción, me pregunté por un momento, que si Robert no me hubiese tirado antes los trastos; si no hubiese nacido aquella química entre los dos… si mi camino hubiese seguido un sendero diferente al fijarme en lo que era lo más normal, en un chico de mi edad, quién sabe si yo hoy… sería viuda… 

No creo en el destino marcado. Creo que cada uno escoge el sendero por donde tirar en ese cruce de caminos, sin saber lo que nos deparará. No creo que estuviera escrito que yo esté donde estoy ahora. Si el día que quedé a comer con Robert y nos pasamos horas hablando de todo, porque él se había dejado las llaves en casa y no podía entrar, y nos cogimos de la mano por primera vez, quizá, quién sabe si yo hoy…. sería viuda. Lo que sí sé es que no estaría aquí escribiendo esto. 

Somos nosotros y nuestras circunstancias, y a veces éstas nos pueden y nos desvían de lo que pretendíamos, pero es puro azar, con empujones nuestros. Quién le iba a decir al pobre chico rubio, al  eminente catedrático cincuentón, que tras ese saludable paseo en bici le cogería un infarto.

Por eso me he dicho y repetido, mientras planchaba y ahora, con una sonrisa en los labios, que hemos de vivir el hoy, plena, intensamente, porque mañana igual ya no estamos aquí. 


Escrito alguna tarde de un tiempo pasado.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Deja tu comentario